jueves, 19 de abril de 2012

Descubriendo




Acostumbrado en mi casa a compartir dormitorio con mis dos hermanos y, con uno de ellos, cama ya que la habitación no daba para más, fue sorprendente cuando en el Donoso me mostraron el dormitorio del sector C, con habitaciones corridas, muy grandes, donde podíamos estar, según cálculos retrospectivos, nada seguros, unos 50/60 chavales, distribuidos, como he dicho y creo recordar, en habitaciones para 8 colegiales, separadas por un tabique entre cada una, y, lo mejor: con camas en literas, que yo no había visto ni en las pocas películas del cine de mi pueblo.
En semejante dormitorio aterrizaron mis huesos la primera noche que tuve que compartir con F. Mateos G., también de 1º de Bachiller, y otro colegial mayor del que no recuerdo su nombre. ¿Por qué llegué yo antes, cuando además iba al mismo cole un paisano mío: J.M. Grande D.? Pues ahora se me ocurre lo que en aquella ocasión se le ocurriría a mis padres: “mejor vamos prontito por si acaso”.
Por otro lado, no teníamos contacto con mi paisano, ya que no hacía mucho nos habíamos trasladado a Valdencín, procedentes de Mirabel, mi pueblo natal. Esto justifica la precaución familiar ante la decisión tan trascendental de mandar a un hijo a estudiar a la capital. No se podía arriesgar en la fecha de ingreso. ¡Ahí me quedé!

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