sábado, 21 de abril de 2012
Uniforme
La memoria intuitiva me será de utilidad cuando, en muchas ocasiones, dé por sentado hechos que no ocurrieron como tal realmente, pero que después de los años yo no pienso reprochármelos. O sea, contaré lo que recuerde tal y como pasó y las lagunas que tenga las llenaré para que no parezcan un espejismo.
Esto viene a cuento del uniforme colegial que todos teníamos que llevar en algunas ocasiones, de las que recuerdo de forma ineludible para la misa dominical en el salón de actos, aunque después parece que se relajaron en la aplicación de la norma.
¡Qué elegancia de traje!: pantalón gris, chaqueta azul (con escudo y todo), camisa blanca, corbata roja, calcetines grises y zapatos negros. Todo un proyecto de hombrecito con traje-corbata. Mi madre no podía ni imaginar que en su hijo luciría otra chaqueta distinta de aquella blanca que me prestaron para el traje de mi primera comunión. A mí no me ilusionó sobremanera ya que se me dio una chaqueta sin solapa, de los más pequeños, a la que en el conjunto le correspondía pantalón corto y ¡por ahí no pasé! Había desterrado las calzonas para vestir de calle desde que hice mi primera comunión, por tanto se aplicó la excepción y se avinieron a mis pretensiones; pero con la chaqueta sin solapa, no cedieron por completo a mi deseo de chaqueta-solapa, ¡qué mal!
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